Parecía que lo más terrible había pasado, me refiero al terremoto y su devastadora sacudida. Si bien nos encontrábamos un poco más tranquilos en lo particular me agitaba la incertidumbre y el desvelo.
Comenzamos a hacer fila para todo, fila para comprar dos kilos de harina por persona, un kilo de pan (eso fue al otro día), largas filas para obtener agua de punteras ( un agua oscura con mal olor), mientras hacia fila, vi pasar gente con carros de super-mercado llenos de abarrotes, en la fila alguien dijo: “…dicen que abrieron los super-mercados y que se puede ir a buscar lo que uno necesite”, no sé en que estado me encontraba que no cuestione el hecho, en todo caso yo acostumbro a comprar mis cosas para el mes y había hecho mi pedido hacía dos días, lo único que me hacía falta era agua, bebidas, pan o harina.
En la tarde supe que estaban saqueando todos los negocios, que en concepción estaba el caos de robos y cuando llegó la noche todo se puso peor, ya no tan sólo saqueaban tiendas, almacenes etc.., sino que estaban yendo a sectores, poblaciones y villas a asaltar casas con sus moradores.
Eso fue como otro terremoto.
Los vecinos comenzaron a organizarse y armarse con palos, palas, martillos etc., se hicieron fogatas a la entrada del condominio y en la parte posterior, afuera en la calle principal cada una cuadra había fogatas, de ves en cuando pasaba carabineros o la PDI, se oían disparos cercanos y las replicas seguían a veces muy fuertes.
Todos los vehículos del condominio se alinearon en posición de salida para poder salir sin problemas en caso de alguna emergencia. Todos nos paseábamos de un lugar a otro hasta la madrugada, dormía entre dos o tres horas y en el auto. Comenzó el mercado negro, los cigarros entre dos mil pesos y tres mil pesos, aunque algunos pagaron cinco mil pesos, agua mineral de medio litro a mil quinientos pesos, bebidas, bueno eso era un lujo. Al tercer o cuarto día del terremoto, recién llegaron militares, parecía increíble, la gente los aplaudía al pasar y no era para menos, llegaba la tranquilidad con ellos y el toque de queda.
A los ocho días después del terremoto recibimos la primera y única gran ayuda, una bolsa con: un kilo de azúcar, un paquete de té, un litro de leche, un tarro de jurel, un paquete de fideos y una salsa de tomates, seis litros de agua mineral, ese día también llego la luz, eso fue lo mejor, todos nos pusimos felices.
Al llegar la luz, pudimos ver la televisión y lo que vimos fue impactante. Hacía dos meses atrás vimos lo sucedido en Haití y lo atribuimos a la pobreza y a la falta de educación, entonces, ¿qué fue lo que pasó acá en nuestra región?... En Haití el saqueo fue sectorizado acá fue generalizado, hubo saqueadores de todos los sectores socio-culturales y comenzó a escasos minutos del terremoto. No es mi ánimo juzgar a quienes participaron de esto, quiero creer que fue un oportunismo exacerbado de personas con síndrome post-traumático.